sábado, 12 de mayo de 2007

The Fountain





Dirección: Darren Aronofsky Guión: Darren Aronofsky Producción:Iain Smith, Eric Watson, Arnon Milchan Intérpretes: Hugh Jackman, Rachel Weisz, Ellen Burstyn, Mark Margolis, Sean Patrick Thomas Fotografía: Matthew Libatique Música: Clint Mansell Montaje: Jay Rabinowitz Diseño de Producción: James Chinlund País: EEUU Año: 2006 Duración: 97 min

La fuente de la incomprensión
Después de un obligado retiro a un lugar apartado de cualquier mínimo resquicio de felicidad, allá en los infiernos donde los enfermos cumplimos condena y los médicos creen curar, donde en ocasiones surrealistas un mísero caldo insustancial puede llegar a ser como el manjar que todos los dioses degustaron, intento recuperar poco a poco mi querida rutina, buscando incesante la energías renovadas de las que he oído hablar. Pero tranquilos, en este tiempo no creáis que he abandonado mi pasión por el cine, entre botella y botella de suero, he tenido el tiempo suficiente como para aprovisionarme de mi querido portátil y poder degustar (aunque, sin duda, con un regusto algo amargo), varios dvds, algunos que he vuelto a revisar y otros que tenía pendiente por descubrir. Eso, queridos amigos, es lo que me ha curado.

Tras mi salida, decidí volver a ver en la gran pantalla The Fountain, película que ya había podido ver en la última edición del festival de Sitges. Como decía antes, es curioso cómo un estado de ánimo concreto, normalmente resultante de las diferentes circunstancias que nos rodean en un momento determinado, puede influir de manera más que demostrada en que podamos disfrutar en mayor o menor medida de un film.
Pese a convertirse en la película más esperada de Sitges 2006, lo que supone una predisposición más que suficiente para que el último trabajo de Aronofsky nos entrase directo a la yugular, proporcionándonos a todos un soplo de vida, ese buen sabor de boca que todos deseábamos, en mi caso no fue así. Puede ser que las expectativas fueran demasiadas. Seis largos años de espera para poder ver por dónde caminaría Aronofsky son muchos. Todos pensábamos que algo bueno se estaba gestando, a pesar de los rumores que iban y venían sobre los problemas de producción que no hacían más que retrasar la salida a la luz de la nueva criatura. Según declaraciones del propio director, la película que hubiésemos podido ver en caso de que Brad Pitt no se hubiera descolgado del proyecto, hubiese sido radicalmente diferente a la que finalmente hemos visionado. A pesar de la decepción de aquel momento, en el que no supe con certeza en qué había fallado Aronofsky, solo sentí que no me había transmitido, me dejó demasiado indiferente, sin embargo tuve claro que en cuanto se estrenara, volvería a verla en la gran pantalla, quería darle una segunda oportunidad, precisamente, por mi confusión en aquel momento, por mi incapacidad para argumentar el por qué del desencanto.

¿Qué ha cambiado esta vez, para que mi opinión sobre el film sea radicalmente diferente? De no haber percibido un ápice de sentimiento, a descubrir un mundo de sensaciones a flor de piel, como ese árbol lleno de vida que se estremece ante la cercanía de una mano. Algunos films requieren un esfuerzo extra por parte del espectador para poder alcanzar el nivel de comprensión adecuado para conectar con la película, sobre todo cuando la trama encierra alguna dificultad argumental, como creo que es el caso de The Fountain, donde existen diferentes estratos superpuestos. El protagonista encarna a tres hombres en contextos y tiempos muy diferentes. Comparten un objetivo común, que sin duda es lo que los une. Son tres identidades indisolubles de un mismo ser, cuyo afán es tan imposible como tenaz en su propósito: conseguir la vida eterna, poder combatir algo tan común como es la enfermedad, que en definitiva, es la que nos arranca la vida. Cada identidad lo buscará incesantemente por caminos distintos: el científico, es la figura racional y terrenal. Se enfrenta sin resignación alguna a la búsqueda de una cura para la enfermedad que padece su amada, mediante la repetición incansable de experimentos que prueben el principio activo de una planta con supuestos poderes anticancerígenos. El conquistador del siglo XVI, personaje de una novela que está siendo escrita por Izzi ( Rachel Weisz), con su valentía escudriñará una localización estratégica hasta encontrar el árbol que le otorgará la vida eterna a él y a su reina. En tercer lugar, el asceta, recluido en la burbuja de la espiritualidad plena y absoluta, que con su combinación de hierbas a modo de bálsamo intentará encontrar el consuelo y alivio necesarios para afrontar con madurez espiritual algo tan inevitable como es la muerte. La preocupación y lucha de estos tres seres es atemporal, tan antigua y tan reciente como la humanidad misma.
En realidad, el motor precursor de la historia que Aronofsky nos cuenta, no es ni más ni menos que el sentimiento de profundo amor que siente la pareja protagonista, interpretada maravillosamente por Hugh Jackman y Rachel Weisz (no puedo imaginar en estos papeles a Brad Pitt y a Cate Blanchett, que fueron los primeros candidatos) unidos como nunca y a la vez alejados poco a poco por una enfermedad irreversible.

Algo tan manido como puede ser una historia de amor, aquí resulta, por la forma en que es contada, algo tremendamente original y por consiguiente arriesgado. Muchos de sus seguidores se sentirán defraudados, entre otros motivos por tener muy poco en común con sus dos anteriores proyectos, lo que a mi entender, es un punto a su favor. En sus dos anteriores trabajos dejaba claro que es un director de difícil clasificación. Con π Fe en el caos (1998) nos presentó una historia en blanco y negro nada convencional con aires de trabajo experimental, en la que un matemático aquejado de fuertes jaquecas asevera en los primero minutos de metraje: “Reitero mis sospechas. 1) Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza.2) Todo lo que nos rodea se puede representar y entender mediante números…”. A partir de ahí se desarrolla una intriga conspirativa en la participarán desde un judío sectario hasta una firma de Wall Street.
Dos años más tarde, se puso manos a la obra con Requiem for a Dream(2000). En esta adaptación de la obra homónima de Hubert Selby Jr., Aronofsky quería plasmar el oscuro mundo que se crea tras el consumo descontrolado de drogas, todo desde la subjetividad de sus personajes, para lo que recurre al empleo de técnicas nuevas o poco vistas. Gracias al éxito cosechado con esta película, se le abrieron las puertas. Por sus manos pasaron proyectos nuevos donde poder elegir, algunos tan golosos como dirigir Batman Begins que finalmente llevó a cabo Christopher Nolan.
Es posible que muchos tachen a The Fountain de proyecto grandilocuente y pretencioso, lo que no me atrevería a rebatir. Sin duda el deseo de Aronofsky ha sido ambicioso.Siempre le ha preocupado qué contar, trabajar sobre una historia con empaque, pero sobre todo el cómo contarlo, dejando a un lado formulismos, y protocolos que seguir al dedillo. Con The Fountain, Aronofsky ha querido dar un paso de gigante. Ha tirado para adelante contra viento y marea, tomándose su tiempo. Nada en esta película es capricho del azar, todo está meticulosamente pensado, su intensidad estudiada, pincelada tras pincelada impregnada con sumo cuidado, hasta lograr conformar este gran cuadro, frente al que si salta la chispa necesaria, quedarás hipnotizado contemplando la poética transcrita en sus imágenes, a ratos demasiado oscuras, a ratos resplandecientes, como es la propia vida. La música, de nuevo de Clint Mansell cumple a la perfección su cometido, acentúa el potencial visual de la cinta.

Sin embrago, como punto negativo de este conjunto sobresaliente, destacaría la resolución final como excesiva y rimbombante, que tiene lugar como colofón de la ostentación que había desarrollado a lo largo del film.

Ha tenido una gélida acogida en el festival de Venecia, donde por lo visto, se llegaron a escuchar abucheos, o como pude observar en la reacción de la gente que me acompañaba en la sala. Tal vez el error esté en pensarla, es una película para sentir. Quien sabe si The Fountain sea una de esas películas incomprendidas en su propio tiempo y un buen día, la crítica especializada mire hacia atrás, y como en otras ocasiones se pregunte a sí misma por qué esta obra ha sido tan maltratada y tan poco entendida. Quizás sea solo cuestión de perspectiva.