jueves, 7 de junio de 2007

Niños que nunca existieron

Director: David Valero Productoras: IBCinema, Jaibofilms Guión:David Valero.Interpretes: Kettani Tabbai, Aziz Arbaoui. Fotografía: Enrique Vasalo. Montaje: David Valero.Productor ejecutivo:José Fernando Vigo, Miguel Molina. Jefe de producción: Esther Carretero. Montaje de sonido:José Luis Vázquez. Música:Leandro Martínez. Diseño artístico: Kamestudio

Pequeño gran tesoro

Para comenzar, una pequeña confesión: la que suscribe estas humildes líneas, cinéfila como se considera, nunca se ha sentido atraída por el visionado de cortometrajes. Sí, no os llevéis las manos a la cabeza, sé que es algo para ocultar, pero desde hace poco estoy intentando poner remedio a esto.
El mundo de los cortometrajes siempre me ha parecido un circuito cerrado de no fácil acceso, aunque no hay duda de que esta situación está cambiando mucho en los últimos años. Cada vez tiene una presencia más consolidada en los grandes festivales, por no decir que actualmente es raro el certamen que no cuenta en su programación con el apartado dedicado a cortos, de tal manera que hoy en día se está dando una amplia proliferación de festivales dedicados con exclusividad a su difusión, que pueblan tanto el territorio nacional como el internacional: desde los más consolidados como el de Clermont-Ferrand o “ Alcine” de Alcalá de Henares con sus treinta y treinta y cinco años de historia, respectivamente, pasando por los no tan longevos pero que, en poco tiempo, se han sabido hacer un hueco importante, como el “Almería en corto”, que acaba de clausurar su sexta edición, hasta los recién llegados como el “Ateneo en corto- coste cero”, centrado en trabajos de muy bajo presupuesto que no han obtenido subvención alguna.
En los últimos años se ha abierto mucho la ventana: existen espacios en la televisión, que aunque todavía minoritarios, programan muestras de cortos que han sido premiados; podemos comprar en dvd varias ediciones que compilan los trabajos de directores que dieron el salto a la elaboración de largometrajes gracias al reconocimiento previo de sus cortos, o de autores ya más que consagrados, de los que a penas se conocen sus comienzos. Existen incluso festivales por Internet, plataforma que sin duda ha facilitado enormemente el acceso al visionado de estos trabajos. Estos avances se han podido dar gracias a un cada vez más amplio apoyo por parte de las organizaciones competentes, que aunque no cabe duda de que todavía queda mucho camino por recorrer, de seguir así, cada vez serán más numerosas y mayores las oportunidades para aquellos que están empezando, principiantes que utilizan este medio a modo de aprendizaje o, simplemente, como una forma más para contar pequeñas historias o atreverse con algo más experimental, siempre con la constante de batallar con un presupuesto ajustado, que suele ser el gran muro al que se tienen que enfrentar.
A todos nos sorprendió que cortos españoles tuvieran la suficiente difusión como para poder llegar a competir en los Oscar, los premios de la gran industria por antonomasia, donde darse a conocer no es fácil. Por eso es tan importante la existencia de agencias impulsoras para la distribución de este formato. Tal vez algún día sea habitual el estreno de cortometrajes en salas comerciales destinadas al gran público, donde se proyecten cada viernes junto a sus hermanos mayores.
El corto que nos ocupa hoy, Niños que nunca existieron, es un claro ejemplo de que existen pequeñas grandes obras por descubrir, que necesitan una oportunidad para darse a conocer y salir a la luz, para que todos los aquellos que amamos el cine podamos contemplarla. David Valero, director de este trabajo, tenía claro a edad muy temprana que se dedicaría al cine. Su trayectoria se remonta a cuando contaba con doce años. Tiempo más tarde, no puede evitar esbozar una sonrisa cuando se le pregunta por sus comienzos, cuando con Bloody Field (1989) y otros cortos caseros, empezó a descubrir los secretos y posibilidades que años después le ofrecería el cine. Su trayectoria es la de un autodidacta que ha aprendido los engranajes de la cinematografía desde adentro, en contacto directo con la profesión, de rodaje en rodaje, donde ha desempeñado importantes labores de colaboración, junto a Adán Aliaga (La casa de mi abuela), quien le ha transmitido gran parte de su buen hacer en cine. Hasta la fecha ha dirigido casi una veintena de cortometrajes, la gran mayoría amateur, que le han servido de aprendizaje, rodados en vhs, s-vhs, hi8 y digital, y otros más recientes, premiados en algunos festivales: Mi novia Marta (2000), Princesa (2001), Un día de oleaje en Torremolinos (2003), este último a modo de sketch cómico, muy ameno y divertido.
Tal vez resulte demasiado directo y atropellado, pero no hay por qué andarse con rodeos: Niños que nunca existieron es un cortometraje ejemplar, tanto en su composición y aspecto técnico como en su contenido y compendio final. Pese a contar con un presupuesto ajustado, David Valero ha demostrado sobradamente mantenerse firme y constante frente su propósito inicial. El proceso de elaboración no ha sido un camino de rosas: un rodaje en 35 mm de diecisiete días intensos, con algún que otro contratiempo (como suele ser habitual), sumado a un periodo de posproducción más dilatado de lo que cabría esperar, pero siempre meticuloso y cuidando al máximo el detalle, a pesar de tener que delegar parte de este trabajo a los grandes estudios, donde supuestos profesionales que deberían garantizar una labor irreprochable, en casos particulares muestran poca o nula consideración hacia dicho trabajo.
David Valero apostó fuerte por un equipo formado principalmente por gente con apenas experiencia en cine, que no solo no le han decepcionado, sino todo lo contrario. Claro ejemplo de esto son los niños actores, que hacen gala de una naturalidad y una frescura sorprendentes en sus interpretaciones, tanto que se hace difícil creer que no hubieran tenido alguna experiencia previa. A pesar de dicha impericia, todos ellos se comprometieron con el proyecto plenamente, con la motivación de hacer las cosas lo mejor posible. El resultado de ese empeño no ha podido ser mejor.
La historia de Niños que nunca existieron nos traslada a una realidad no tan lejana como podríamos creer, donde los niños sobreviven a su árida infancia y aprenden a adaptarse a un medio de constante amenaza, en el que el sonido de los disparos es casi el único murmullo que resuena en su entorno. Guerra de guerrillas, guerrilleros infantes que ciñen contra su menudo cuerpo el arma cargada por cuya mirilla se asoman a una existencia devastadora que apenas alcanzan a entender. Partiendo de la premisa, la cinta se encuadra próxima al cine de protesta y denuncia, pues pese a ser una obra breve, tiene discurso y contenido suficiente para la reflexión. Sus veinte minutos de metraje son un lapso, como una ventana a la que te asomas, la brutal transparencia te abofetea de manera inesperada, como un frío viento polar, dejándote el corazón helado. Una vez sobrecogido, cierras a toda prisa esa ventana para reencontrarte de nuevo con tu cómoda realidad.
En el tramo final del film, David Valero ha apostado por un portentoso cierre. Emplea el apartado destinado a los títulos de crédito como epílogo, es la continuación y resolución de la historia, donde sutilmente nos relata la suerte que corre uno de los protagonistas. Todo en un alarde de originalidad e ingenio que sin duda dejará con la boca abierta hasta al más despistado.
Destacaría, entre otros aspectos, el poder de las imágenes. A pesar de contar con muy escasos diálogos (rodados en árabe), las imágenes se caracterizan por su gran fuerza narrativa, cualidad del mejor cine mudo, que explotaba al máximo el potencial de cada uno de los fotogramas para con lo esencial: transmitir al espectador una idea y así sacar el máximo partido. La banda sonora, formada por melodías árabes, está escogida con buen gusto. Música e imágenes se comprenden a la perfección. Un placer para los sentidos…
Todo está preparado en Alicante, ciudad natal del director, donde se estrenará Niños que nunca existieron, el próximo 6 de julio. A partir de entonces, este pequeño gran tesoro emprenderá el periplo de festivales, donde -es fácil augurar- logrará sorprender tanto al público como a los jurados y a la crítica por igual, cosechando múltiples premios que, sin duda alguna, merece.
David Valero, cabeza inquieta donde las haya, ya está inmerso en un nuevo proyecto, el que será su primer y prometedor largometraje, llamado Absence, una historia de intriga con mucho de género fantástico y terror psicológico. Pero para eso, todavía tenemos que esperar. Ahora disfrutemos del cine en estado puro con Niños que nunca existieron (www.nqne.com).


África Sandonís Consuegra

5 comentarios:

Laura Cárdenas dijo...

Espero verlo con mis propios ojos... espero comentarlo y que me falten palabras... espero no dentro de mucho, poder compartir opiniones contigo.

Laura Cárdenas dijo...

Espero verlo con mis propios ojos... espero quedarme sin palabras cuando intente hablar de lo que he visto... espero poder compartir contigo lo que pasa por mi mente y saber si es hemos visto lo mismo... solo eso, espero.

Anónimo dijo...

Africa,me gustó mucho tu crítica.

Después de leer tus letras he de decirte que tengo aún más ganas, si cabe, de ver el corto. Al igual que tu, estoy convencida de que David Valero nos impresionará a todos y de que "Niños que nunca existieron", como dices, cosechará muchos premios en los próximos festivales en los que esté presente.

Anónimo dijo...

Gracias por estas palabras que sirven de aliento a un trabajo de varios años. Sería estupendo que todas las personas que vean este metraje puedan disfrutarlo como hiciste tu.

Anónimo dijo...

No esperaba menos de ti....estoy deseando que llege el dia 6 para poder verlo en la pantalla grande y volver a decirte que eres un máquina!! y que lo haces de puta madre....Lo dixo...ERES EL MEJOR!! Y ya era hora que te se diera cuenta todo el mundo....
Jessy